Las huellas de la oralidad en siete cuentos de la narrativa del treinta
Seguir las huellas de la oralidad en algunos cuentos de la narrativa ecuatoriana de los treinta es, sin duda, una tarea compleja, porque no se trata de textos que se inscriben dentro de lo que Walter J. Ong llama oralidad primaria, es decir, “a la oralidad de una cultura que carece de todo conoci...
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Autor Principal: | |
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Formato: | Documentos |
Publicado: |
Universidad Andina Simón Bolívar, Sede Ecuador
2014
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Materias: | |
Acceso en línea: | http://hdl.handle.net/10644/4067 |
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Sumario: | Seguir las huellas de la oralidad en algunos cuentos de la narrativa ecuatoriana
de los treinta es, sin duda, una tarea compleja, porque no se trata de textos que se
inscriben dentro de lo que Walter J. Ong llama oralidad primaria, es decir, “a la
oralidad de una cultura que carece de todo conocimiento de la escritura o de la
impresión”,1 sino de la literatura (letra) hecha, precisamente, por letrados, por
escritores y constituida por textos fijados, hasta cierto punto, por la escritura, es decir,
de la oralidad secundaria, de aquella que depende de la impresión y en general de la
tecnología.
Por lo tanto es necesario considerar, para este estudio, tanto la oralidad como la
escritura –oralidad primaria y oralidad secundaria– como dos niveles dialógicos de
análisis e interpretación, no excluyentes sino complementarios. Por esta razón sería
más apropiado hablar de los efectos de la oralidad en textos escritos, que modelizan
un tipo de cultura, en este caso, la del montubio de las primeras décadas del siglo XX –
la de la época del cacao–. Entonces, la pregunta básica a la que vamos a tratar de
responder es: ¿cómo se representa dicha cultura oral en los textos seleccionados? (“El
cholo del cuerito e venao” y “El cholo que se castró”, de Demetrio Aguilera Malta; “El
Guaraguao” y “La salvaje”, de Joaquín Gallegos Lara; “Mardecido llanto” y “El malo”,
de Enrique Gil Gilbert; y “Banda de pueblo”, de José de la Cuadra.) |
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