Estudio de tres novelas de literatura proyectiva: Guayaquil, novela fantástica de Manuel Gallegos Naranjo, Río de sombras de Jorge Velasco Mackenzie y El libro flotante de Caytran Dölphin de Leonardo Valencia

La rama proyectiva de la literatura, también llamada literatura de anticipación, elabora una crítica cultural, política, social, filosófica y económica del presente al realizar fabulaciones acerca de un futuro donde usualmente se desarrollan distopías. Estos ejercicios se han escrito empleando lo...

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Detalles Bibliográficos
Autor Principal: Rodríguez Pappe, Solange Pamela
Otros Autores: Ortega Caicedo, Alicia, dir.
Formato: Tesis de Maestría
Publicado: Universidad Andina Simón Bolívar, Sede Ecuador 2014
Materias:
Acceso en línea:http://hdl.handle.net/10644/3884
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Descripción
Sumario:La rama proyectiva de la literatura, también llamada literatura de anticipación, elabora una crítica cultural, política, social, filosófica y económica del presente al realizar fabulaciones acerca de un futuro donde usualmente se desarrollan distopías. Estos ejercicios se han escrito empleando los códigos de género fantástico, maravilloso y la ciencia ficción para suponer cómo será el destino de las urbes modernas. Dentro de esta línea, la narrativa guayaquileña recrea en sus historias una ciudad en crisis inmanente donde sus habitantes han aprendido a convivir con la idea de la destrucción. Estableciendo un diálogo con el imaginario apocalíptico judeo-cristiano instaurado desde la conquista de América y que ha cobrado un carácter renovado en este continente debido a su contacto con fábulas locales, los textos Guayaquil, novela fantástica (1901) de Manuel Gallegos Naranjo, Río de sombras (2003) de Jorge Velasco Mackenzie y El libro flotante de Caytran Dölphin (2006) de Leonardo Valencia, abordan desde sus propuestas estéticas ligadas con el fin del mundo, el temor de los guayaquileños ante la posible destrucción de su metrópoli. En estas novelas, la principal sensación de amenaza proviene del río junto al cual se construyó y ha crecido la ciudad, por lo que el agua es transformada en una alegoría de la memoria guayaquileña y también de su necesidad de transformación permanente. El haber descubierto una línea de lectura apocalíptica desde la cual abordar estas novelas prospectivas, refresca la mirada sobre el canon ecuatoriano y también ensaya un diálogo diferente con nuestra identidad. Con este conocimiento del fin que se aproxima, los habitantes de la ciudad amenazada deambulamos por sus calles aguardando –a veces con recelo, a veces con esperanza, porque el apocalipsis es también renovación– la llegada de la inundación definitiva.